¿Quién me iba a decir a mi, hace 25
años, que todo un director del servicio secreto iba a aceptar escribir el
prólogo de mi primer libro “La Casa”? Jamás lo habría imaginado, ni en mis
sueños más optimistas. La historia creo que merece ser desvelada.
La reedición hace unos meses de la
investigación llevó a mi editora, Blanca Rosa Roca, a pedirme que alguien “de
peso” lo prologara para darle un valor añadido. Escribí en un folio en blanco
los nombres de las personas que podrían llevar a cabo ese encargo, dejando a un
lado los candidatos imposibles, pero incluyendo a algunos que difícilmente
podrían aceptar.
El primero en la lista fue Alberto Saiz, ex director del CNI entre 2004 y
2009. Había tenido una relación aceptable con él en su primer año de mandato,
aunque luego dejamos de tratarnos. Sé que mis informaciones no gustan en La
Casa y que los directores terminan prefiriendo alejarse de mí ante la presión
de la cúpula, que no entiende mi libertad de actuación.
Decidí llamarle dando por hecho que se negaría. No tenía nada que perder.
Le expliqué que en su prólogo, si decidía aceptar el encargo, podía decir lo
que le viniera en gana, que era un libro ya histórico. Tardó 24 horas en
contestarme afirmativamente. Me pidió tiempo para escribir el texto y me
agradeció la oportunidad, pues sería la primera vez en que hablaría del
servicio secreto desde que ocho años antes tuve que abandonarlo por la campaña
llevada a cabo en los medios por un grupo de agentes disgustados con su forma
de dirigirlo.
Cuando me llevó el texto, me sorprendió su sinceridad y aplomo: “Cuando
Fernando me propuso escribir este prólogo mi reacción instintiva, aprendida
durante más de cinco años en el CNI, fue negarme, y como una tortuga a la que
acecha el peligro hice además de meterme en mi caparazón para eludirlo. Pero
casi inmediatamente fui consciente de que no tenía la obligación de guardar
silencio monacal excepto en…asuntos muy íntimos de La Casa”.
Así que decidió prologar denuncias tan graves, que yo relataba, como el uso
de la máquina de la verdad, las relaciones con el Rey, las actuaciones
controvertidas de la unidad operativa, la persecución de los golpistas, el
control de los periodistas, el despliegue de espías en el extranjero, el trato
con traficantes de armas, sus acuerdos con el KGB, las extrañas relaciones con
la CIA o la falta de control del servicio secreto.
Saiz osa reconocer en el prólogo algunos temas controvertidos: “No creo que
nadie se sorprenda si digo que en mi salida de La Casa, los políticos han sido
actores principales, porque también el CNI es un lugar en el que falta gestión
y sobra política”.
Y añadía algo que llamó la atención de muchos medios de comunicación: “Mi
balance personal es de una gran gratitud hacia esa institución en la que
aprendí lo que nunca hubiera imaginado, y entre lo confesable fijé numerosos
conocimientos sobre el comportamiento humano: el miedo, el patriotismo, el
valor, la ética, la traición, la entrega, la falta de escrúpulos, la ambición,
la lealtad, la generosidad…Aprendí que todos estos rasgos del comportamiento
son universales, no hay ninguno de ellos que defina en exclusiva, ni a un país,
ni a un individuo, ni a una institución. Y el CNI no es ajeno a ello”.
Unos meses después de la reedición de “La Casa”, Roca Editorial editó “La
Casa II”, en la que explico pormenorizadamente la conspiración de un grupo de
agentes para acabar con su director. El hombre que sufrió el acoso ha seguido
su vida sin rencor, aunque no ha olvidado. Como debe ser.