Cada
uno de los cinco traidores tenía una personalidad especial, sorprendente para
la época. Entre esas características estaba la homosexualidad de varios de
ellos.
El auge del nazismo en la década de los años 30 llevó a muchos jóvenes
a militar en el comunismo. Estos movimientos se asentaron en los ambientes
universitarios, donde tuvo su origen “El quinteto de Cambridge”.
Uno de sus
miembros, Donald Maclean, tenía unas características poco comunes entre
los espías clásicos de la época. Hijo de un preboste del Partido Liberal, de
joven destacaba por su belleza y por ser demasiado blando. De hecho, hizo
papeles de chica en varias representaciones escolares y sus compañeros le
conocían como “lady Maclean”.
Estudió en Cambridge Lenguas
Modernas y militó furibundamente en el comunismo. Incluso escribió
artículos en la revista de la universidad mostrando sin tapujos sus ideas
políticas. Pero, como el resto de sus compañeros de la red, cuando abandonó la
universidad renegó públicamente del comunismo para poder acceder al Foreign
Office. Como era un cerebrito y hablaba alemán y francés, aprobó los exámenes
con sólo 22 años.
Tras pasar un tiempo dedicado a la burocracia en Londres, en
1938 fue destinado a París, donde realizó un buen trabajo, aunque se sintió
atraído por la bohemia de la ciudad. Así sería su vida en el futuro: por un
lado serio y trabajador y por el otro un alocado soñador.
Casado y
homosexual
En París conoció a la americana Melinda Marling, que se
convirtió en su esposa, y convivió una temporada con su amigo Kim Philby,
destacado en la zona como periodista, que notó que su timidez de joven había
cambiado hasta convertirse en un emprendedor diplomático.
En 1940, Maclean
volvió a Londres, donde en compañía de Kim Philby y Guy Burgess conoció
a Otto Katz, el agente del servicio secreto ruso que impulsaría y
controlaría sus actividades como espía.
En abril de 1943 fue destinado a
Washington, a un puesto que le permitió tener acceso a informes secretos de
mucha utilidad para los comunistas. Incluso participó en el Comité de Política
Combinada sobre Energía Atómica, cuyos estudios envió secretamente a sus
contactos rusos.
Esta actividad le afectó a los nervios, como a cualquier
topo, aunque con la diferencia de que Maclean no tenía una personalidad
preparada para hacer frente a las situaciones de tensión extrema. Combatió sus
problemas dándose a la bebida, lo que le indujo a mostrar en público sus
convicciones antiamericanas.Por suerte para él, fue destinado a El Cairo,
destino al que se trasladó acompañado de su mujer y sus dos hijos.
Allí
siguió espiando para los rusos y paralelamente aumentó su dependencia del
alcohol, que le descontroló hasta llevar a emborracharse continuamente en
público y a tener sus primeros ligues homosexuales.
El conocimiento de su vida
disipada provocó que le obligaran a regresar a Londres, donde se salvó de ser
expulsado del Foreign Office a cambio de ir al siquiatra, que le convenció de
que se tomara seis meses de vacaciones. En ese tiempo, acudió a un siquiatra privado
que le aconsejó que no ocultase sus tendencias gays.
Alertado, huye a Moscú
antes de ser interrogado
Pasados los meses de descanso forzoso, retornó al
trabajo. Fue destinado a la jefatura del departamento americano, donde recuperó
su faceta de agente secreto ruso.
Pero el 25 de mayo de 1951, su amigo
Burgess, que trabajaba en el servicio secreto, le anunció que los americanos
sospechaban de sus actividades y que habían recomendado a sus colegas ingleses
que le interrogaran. Maclean no se lo pensó dos veces y decidió huir con su
compañero a Moscú.
En Rusia trabajó para los el servicio secreto y dos años
después de su llegada fue a acompañarle su mujer Melinda. Su vida de alcohol y
ambigüedad sexual no acabó bien. Pasados los años, Philby tuvo que huir también
y no tardó mucho en seducir a Melinda. Maclean murió solo.
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