jueves, 24 de abril de 2014

Antonio Salas: el escritor que no puede dedicar libros

Acabamos de celebrar la gran fiesta literaria de San Jordi y ya llegan en cascada las ferias de libros que aterrizan en ciudades y pueblos con el buen tiempo. Es una oportunidad para que escritores y lectores compartamos un rato de charla, quizás una foto.
Cuando viene esta época del año siempre me acuerdo de mi amigo Antonio Salas. Él es el único autor español que no puede sentarse en una caseta y dedicar plácidamente sus libros a sus seguidores. Y no puede porque es testigo protegido y las medidas de seguridad necesarias se lo impiden.
Con frecuencia acude a las ciudades donde se celebran este tipo de eventos. Pasea entre la gente como si fuera uno más de los lectores ávidos de encontrar la firma de uno de sus escritores favoritos. Nadie le reconoce, mientras su sombra choca con la de miles de personas que darían cualquier cosa por saber que es él quien se infiltró en los Skin, el que denunció a los proxenetas de mujeres, el que haciéndose pasar por palestino pudo destapar el radicalismo intolerable...
Yo soy uno de esos afortunados que tengo dedicatoria en todos sus libros, pero siento verdadera tristeza de saber que sus cientos de miles de seguidores no puedan haber tenido el placer no de una firma, sino de unos segundos de charla, incluso de poder publicar un selfie con él en Twitter.
A veces el coste del buen periodismo es muy duro. No solo es que los enemigos ansíen permanentemente devolverte el daño recibido o que algunos compañeros escondan la envidia por tus éxitos hablando mal de ti, es que estar con tus lectores da una energía vital a las que tienes que renunciar.
Por este motivo, cuando llega la primavera y acudo a firmar libros siempre me acuerdo de Antonio Salas. Sé que le gustaría estar ahí, estrechar manos, sonreír, charlar con desconocidos que le aprecian.
El periodismo es la profesión más bonita del mundo y escribir libros es un sueño especialmente dulce. Espero seguir disfrutándolo mucho tiempo, pero en cada acto público, en cada firma, siempre me acompañará la sombra de mi querido amigo Antonio Salas. Lo sé, Antonio, ayer estuviste en Barcelona...aunque nadie te viera.

miércoles, 9 de abril de 2014

Otegi, el más espiado

El ex portavoz de Batasuna y líder de la izquierda abertzale durante un montón de años, Arnaldo Otegi, tiene el discutible honor de ser uno de los españoles que más ha sido espiado por el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) y por el espionaje de otros países. Otegi salió de prisión hace unos días para asistir al funeral de su suegra y estuvo algo más de una hora en su casa de Elgoibar (Guipúzcoa) con su familia y algunos amigos.
Este hecho aparentemente sin mucha importancia me recordó una de las escasas acciones del CNI contra él que fue descubierta hace años. Varios funcionarios de una compañía telefónica llamaron a la puerta de su casa y le pidieron a su mujer que les dejara pasar porque estaban instalando un cable en otro piso. Otegi no estaba y su pareja no vio inconveniente en ayudar a unos trabajadores. Lo que pasó después la hizo arrepentirse de esa decisión.
Notó que los hombres se separaban, por lo que no la era posible saber lo que estaban haciendo en cada momento. Pero sí notó que miraban detenidamente cada cuarto y que hacían cosas extrañas. Cuando se fueron consiguió que un amigo llamara a la empresa a la que decían representar y confirmó que no tenían operarios en esa zona. Ya no podía hacer nada contra ellos, pero estaba claro que eran agentes operativos del CNI en misión secreta.
Esta es una de las muchas acciones sobre Otegi que el espionaje ha llevado a cabo para conocer sus movimientos. En cuanto comenzó su carrera política, la delegación del servicio en el País Vasco procedió a engordar el dossier sobre él. Le hicieron un control integral de relaciones que descubrió quiénes eran sus amigos, lo que bebía, si pagaba las facturas, si era dialogante y si mantenía contactos con ETA.
Fruto de esa vigilancia intensa, más que con cualquier otro líder abertzale, fue la información facilitada tras el 11-M, gracias a escuchas telefónicas, de que Otegi estaba absolutamente sorprendido de que ETA pudiera haber cometido los atentados.
Incluso ahora, en la cárcel, sigue el control sobre sus actividades y las ideas que defiende sobre el proceso de paz y la posibilidad de que algún día Euskadi se independice. Puede estar entre rejas, pero día a día se sigue engordando la carpeta que lleva el nombre "Arnaldo Otegi"

miércoles, 2 de abril de 2014

Aviones desaparecidos, Operaciones demenciales y conspiraciones posibles

La desaparición del avión de Malaysia Airlines MH370, con 239 personas a bordo, se ha convertido en el último caso de "fabrique usted cualquier conspiración que nadie se la va a desmentir". Empieza a recordarme otros casos más famosos como los de los asesinatos de Kennedy o Lady Di, en los que en cada aniversario aparecen nuevos datos posibles, aunque difíciles de demostrar.
Lo primero que hay que tener claro es que la clave del asunto no es dónde están los restos del aparato. Eso sirve, y es básico por supuesto. para confirmar la muerte de los pasajeros y que las familias tengan la esperanza de poder enterrar los cuerpos. Más allá, apenas aportará datos para encontrar las claves: ¿Qué pasó dentro del avión para que apagaran los aparatos que permitían identificar la posición del avión? y ¿Por qué el aparato cambió su ruta y no se dirigió a China?
Aquí empiezan las teorías de la conspiración, algunas de ellas demenciales. La primera es que dentro del avión viajaban varios empleados de una empresa estadounidense de alta tecnología que iban a ser detenidos a la llegada para que largaran todo lo que sabían del tema. Por este motivo o por algunos similares, el avión habría sido secuestrado por la CIA y llevado a isla Diego García, una base de operaciones truculentas de Estados Unidos. La teoría es muy bonita, pero ocultar tantos pasajeros es imposible durante uno o varios meses.
Otra es que fue secuestrado por los propios pilotos, contrarios al gobierno malayo, que pretendían convertirlo en un arma mortífera similar a los aparatos secuestrados por Al Qaeda el 11-S y lanzados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Para evitarlo, el avión habría sido abatido. El silencio era la única forma de evitar una crítica internacional por la decisión. Si esto hubiera sido así, las autoridades locales podrían haberlo explicado y se hubiera entendido su decisión para evitar males mayores.
Hay otras teorías, pero no son tan buenas. Según mi opinión, habría que dirigir la mirada hacía algún o algunos países que podrían tener información sobre el vuelo y que por alguna extraña razón no lo han hecho público. En un mundo donde sabemos que la NSA lo controla todo, gracias a satélites que surcan el planeta, y que almacenan miles de millones de datos, en algún lugar tiene que haber información sobre ese avión.
Unos días después del desastre, Tailandia reconoció que había encontrado huellas del paso del MH370 por su espacio aéreo. ¿Qué pasa con el resto de los países y con Estados Unidos?
No se sabe lo que realmente pasó, pero por mucho que en los últimos cien años hayan desaparecido 88 aviones, no es posible creer que en el siglo XXI nadie sepa nada, Al menos, yo no me lo creo.