El 26 de octubre de 2009 fallecía en la clínica Rúber Internacional de Madrid,
a los 91 años de edad, Sabino Fernández Campo, conde de Latores y teniente
general honorífico del Cuerpo Militar de Intervención, empleo inexistente en
dicho Cuerpo. Con este motivo, Manuel Rey, un destacado agente del CESID ya retirado, escribió un artículo clave sobre el intento de golpe de Estado del 23-F, que me ha autorizado a reproducir. Hay que leerlo con cuidado...
Tras muchos
años de servicio al lado del Rey Juan Carlos I, el 8 de enero de 1993 cesó como
Jefe de su Casa manteniendo desde entonces un misterioso silencio público, roto
en muy contadas excepciones a través de algunas entrevistas o artículos de
opinión.
De Sabino se
valoraba sobre todo su profundo conocimiento de lo acaecido en el palacio de La
Zarzuela la noche del 23 de febrero de 1981, así como en las primeras horas del
día 24. Aunque él mismo reconociera que le faltaban algunas piezas del
rompecabezas que suponía el 23-F y que había renunciado a completarlas porque,
en ocasiones, “el que busca afanosamente
la verdad, corre el riesgo de encontrarla”.
Sin embargo,
desde la mañana siguiente a su fallecimiento, no fueron pocos los políticos, y
especialmente algunos columnistas, que manifestaron ser depositarios de
confidencias íntimas del conde de Latores, que curiosamente sólo se atrevieron
a hacer públicas tras su muerte, cuando el finado ya no podía corregirles, matizarles
o negarles.
Todos,
políticos y periodistas, se han pavoneado de conocer a través de Sabino
Fernández Campo ciertos acontecimientos acaecidos la aciaga noche de aquel 23
de febrero, pero sin mostrar pruebas de sus confidencias ni exponer datos más explícitos.
Así, el
escritor y periodista Abel Hernández, tras publicar un libro titulado “Suárez y
el Rey”, por el que mereció el premio Espasa de Ensayo 2009, no tuvo el más
mínimo pudor en declarar que el conde de Latores había sido una de sus fuentes,
e incluso que en su libro “está el último
testamento de Sabino Fernández Campo”.
Actitud similar
tuvo el periodista Carlos Dávila que, al día siguiente del fallecimiento del
teniente general, abría el periódico que dirige, “La Gaceta”, con un elocuente
“Lo que nunca contó Sabino” y que firmaba con no poca arrogancia como “Un
testigo pertinente: Carlos Dávila”. El primer párrafo de su crónica, en el que
reproduce la advertencia que según él le hizo el confidente “si publicas una de estas cosas antes de que
tú o yo muramos, te retiro el saludo”, no dejaba de ser tan llamativo como
contradictorio. También, alardeaba de haber mantenido numerosas conversaciones
con Fernández Campo, sobre todo después de que éste abandonara La Zarzuela…
Es cierto que
en alguna ocasión Sabino se refirió al 23-F de forma ciertamente reveladora,
pero siempre con gran prudencia verbal y dejando que se interpretasen sus sibilinas
insinuaciones, sus gestos y hasta sus silencios, en un lenguaje propio de
personas inteligentes. Una de las muestras más significativas de esta peculiar
forma de proceder tuvo lugar el 1 de marzo de 2009, con motivo de una
entrevista concedida al diario “La Razón” en la que, teniendo como excusa
principal la discutida reforma de la Ley del Aborto, fue preguntado también por
la recurrente cuestión del frustrado golpe de Estado. Pero su mensaje más
interesante no se encuentra precisamente en el críptico texto de su respuesta, “lo que viví la noche del 23-F lo he escrito
sólo para mí”, sino en la fotografía que de forma expresa acompaña su
comentario.
Para ilustrar
su entrevista, Sabino decide posar delante de su extensa biblioteca con uno de
los muchos libros publicados sobre el 23-F. Y es precisamente en la elección de
ese libro donde, a mi entender, radica el mensaje que transmite el que fuera secretario
general de la Casa del Rey durante aquel suceso. El libro elegido es precisamente
el que lleva por título “23-F: Ni Milans ni Tejero. El informe que se ocultó”
(Foca Ediciones, 2001), cuyo autor es mi amigo el coronel Juan Alberto Perote.
Esta instantánea gráfica es difícil de obtener en la actualidad pues, con
posterioridad a su publicación original en la entrevista de “La Razón”, fue
ampliada haciendo desaparecer del encuadre las manos y el libro en cuestión que
sujetaban de forma bien llamativa.
¿Qué mensaje
estaba enviando Fernández Campo con la particular selección del libro del
coronel Perote? Parece evidente que, de forma plástica y sin necesidad de
pronunciarse más al respecto, nos está señalando un documento fundamental para
comprender algo mejor lo acontecido el 23-F, ya que es evidente que el libro
señalado no aparece de forma fortuita.
Por primera vez
se señala al teniente general Joaquín de Valenzuela y Alcíbar Jáuregui, en
aquellas fechas jefe de la Casa Militar de Su Majestad, como el posible
sustituto de Adolfo Suárez. Tanto Milans como Armada “sabían que en el caso de que se desembocara en una salida puramente
militar, el candidato no sería Armada y, sin necesidad de hacerse confidencias,
los dos pensaban en el teniente general Valenzuela”. Con esta candidatura
se evitaba dar una nueva patada al escalafón, como sucedió cuando se ascendió
inmerecidamente a Gabeiras a teniente general para que fuera designado JEME,
pues el nombramiento de Alfonso Armada Comyn, un general de división, supondría
otra afrenta para los numerosos tenientes generales que, en aquellas
circunstancias extraordinarias, podrían ser el denominado “elefante blanco” que
tomara el relevo del presidente Suárez. Su proximidad al Rey también era
evidente y su prestigio militar mucho mayor.
Este mensaje
fotográfico y silente de Sabino Fernández Campo sobre el 23-F, el último que
nos legó en vida, nos lleva a alguna otra reflexión sobre el tema, todavía no
suficientemente explicado. Si el teniente general Valenzuela era en realidad el
“elefante blanco” previsto para presidir el nuevo gobierno de reconducción o
“salvación nacional” ¿por qué razón dicho papel fue asumido finalmente por el
general Armada? ¿Hubo dos elefantes blancos y en consecuencias dos intentonas
golpistas distintas? ¿Pudo desactivarse el golpe militar en el que Valenzuela
sería “el hombre del Rey” cuando Adolfo Suárez dimitió de motu proprio, activándose de inmediato una segunda asonada para
imponer a Armada en la Presidencia del Gobierno contra viento y marea…?
Para contestar
esas y otras preguntas ciertamente definitivas, quizás tengamos que esperar a
conocer las memorias póstumas de Fernández Campo, celoso guardián en vida de
las claves más profundas del 23-F. Según los periodistas esas vivencias existen;
aunque su viuda, María Teresa Álvarez, también periodista, y el propio Sabino
lo han negado. “Lo que puedo decir carece de interés y lo que tiene interés no
lo puedo decir”, solía afirmar el conde de Latores.
Manuel Rey Jimena
Muy bueno Fernando. Voy a ver si consigo el libro que refieres en el artículo eninvestigotambién sobre éste acontecimiento tan importante que tuvo lugar hace hoy 35 años. Te sigo en la RLV
ResponderEliminarMuy bueno Fernando. Voy a ver si consigo el libro que refieres en el artículo eninvestigotambién sobre éste acontecimiento tan importante que tuvo lugar hace hoy 35 años. Te sigo en la RLV
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