viernes, 13 de diciembre de 2013

Anthony Blunt, doblemente traidor (espionaje inglés 2)

Ser traidor una vez, implica la dolorosa posibilidad de volver a serlo. Tal y como le ocurrió al que históricamente es conocido como “El cuarto hombre” de la “red de Cambridge”, Anthony Blunt.

Nació en 1907, hijo de un vicario anglicano, que le envió a Cambridge, donde fue un destacado alumno en Historia. En 1932 era ya un agente soviético que comenzó a vivir una doble vida de clandestinidad, que marcaría sus siguientes 50 años.

En 1935 hizo un viaje a la URSS donde se enamoró del país y de su régimen político, pero, eso sí, a distancia. En esos años de convulsión política en Europa, captó a varios colaboradores y mantuvo una relación especial con John Cairncross.

En 1939 consiguió entrar en el MI5 y fue a realizar un curso previo al ingreso de cinco semanas en Hampshire, que no llegó a terminar porque se enteraron de sus ideas comunistas y le echaron fulminantemente. Optó por convertirse en capitán de la Policía y se fue a Francia con la fuerza expedicionaria británica.

No obstante, persistió en su deseo de integrarse en el MI5 y, aunque parezca imposible dada la animadversión a los comunistas, lo terminó consiguiendo. De ahí a pasarse horas y horas fotografiando documentos del servicio secreto inglés apenas pasó tiempo. Su trabajo fue muy útil para los rusos, pero justo es reconocer que no tuvo acceso a una información especialmente valiosa, como el resto de sus compañeros del “Quinteto de Cambridge”.

Meticuloso y entusiasta, fue ganándose la consideración de sus jefes del MI5 y cuando se produjeron las deserciones de Burgess y Maclean, a pesar de su reconocida relación salió airoso, libre de toda sospecha. Y eso que participó activamente en la organización de la huida de ambos. Incluso, cuando muchos años después Kim Philby huyó, Blunt no se mostró ni mínimamente nervioso, mostrando un autocontrol sorprendente.

Su tapadera se demostró perfecta durante años, sin que nadie tuviera la más mínima sospecha sobre él. Adquirió un gran prestigio con la edad consiguió ser nombrado Protector de los Cuadros del Palacio de Buckinham y acumuló los títulos de Sir y Caballero Comandante de la Orden Victoriana.

En 1964 todo pareció acabarse, pero la suerte no le dio frontalmente la espalda. El MI5 le terminó pillando con pruebas fuera de toda duda y él decidió amoldarse a la nueva situación reconociendo todo lo que había hecho con los rusos… absolutamente todo. Eso sí, a cambio de una contraprestación: el servicio secreto inglés silenciaría su participación en la red y su nombre no aparecería en ningún documento público. Así él podría seguir con su vida y sus prestigiosos trabajos cerca de la monarquía. Como consecuencia, continuó trabajando para los rusos, pero informando al servicio secreto inglés de todas las redes comunistas que conociera en el Reino Unido. El acuerdo fue muy productivo para el MI5, aunque con el paso del tiempo el caudal informativo del viejo agente fue tendiendo a cero.

En los años 70, el misterio del “Cuarto hombre” fue creciendo en Inglaterra. Periodistas y escritores especulaban sobre su identidad y la gente no paraba de hablar sobre el tema. En noviembre de 1979, Margaret Thatcher no se mordió la lengua y desveló su nombre en el Parlamento. Había roto el pacto secreto y lo hizo con toda consciencia. Blunt se vio obligado a aparecer poco después en la BBC reconociendo su pecado y la Reina le retiró sus títulos nobiliarios.

A partir de ahí todo fue un drama para el anciano que acababa de cumplir 72 años. Incluso se hizo pública su escondida homosexualidad, que pocos sospecharon dado que también había mantenido relaciones con mujeres. Murió cinco años después. De él escribieron: “El problema de Anthony es que quiere cazar con los sabuesos de la sociedad y correr con las liebres comunistas.”

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