Nacido
en Glasgow en 1913, la familia de John no le pudo
facilitar dinero, pero de ellos heredó las ganas de trabajar y la inteligencia.
Lo demás lo fue conquistando él personalmente gracias a las becas.
Consiguió
entrar en Cambridge, donde se afilió como sus compañeros de red al Partido
Comunista y, como ellos, se dio de baja cuando su amigo Guy Burgess
le reclutó para trabajar para el Komintern.
Espionaje sobre España
En 1936 entró en el Foreign Office, donde trabajó en las
secciones de Estados Unidos y en diversas de Europa, incluida España
durante la Guerra Civil. En ninguno de esos destinos, su actuación
levantó la más mínima de las sospechas.
Durante la Segunda Guerra Mundial
estuvo espiando en varias secciones, una de ellas la Escuela Gubernamental
de Código y Cifra, lo que le permitió conocer el contenido de los
numerosos mensajes que se interceptaban a Enigma, la supuestamente
inviolable máquina de mensajes cifrados de Alemania, de la que Hitler
estaba tan orgulloso. Los rusos pudieron recibir gracias a él información
adelantada sobre los planes alemanes.
John pasó después al SIS,
el servicio secreto exterior. Siguió siendo un doble agente de la máxima
eficacia, pasando a su controlador ruso información tan valiosa como la del
proyecto atómico de Estados Unidos e Inglaterra.
En 1951,
su amigo Burgess huyó a Rusia, y los agentes del MI5, el
servicio secreto interior, que entraron en su domicilio encontraron entre el
material intervenido documentos oficiales con la letra de Cairncross.
Durante muchos meses controlaron cada uno de sus movimientos, pero no
consiguieron la mínima prueba de que fuera un traidor.
Sometido a
interrogatorios
Al año siguiente, lo intentaron por la vía directa: le
sometieron a interrogatorio. John lo negó casi todo: sólo reconoció que
le había pasado a Burgess algunos documentos, pero desconociendo
absolutamente que fuera un espía ruso. No formularon ninguna acusación contra
él, pero dadas las nuevas circunstancias de desconfianza, decidió irse a vivir
a París.
Un año después, Anthony Blunt fue descubierto, con lo
que los espías desenmascarados de la red de Cambridge ya sumaban cuatro.
El problema en este caso fue que Blunt llegó a un pacto para delatar al
espía que faltaba, y a otros vinculados con la red, a cambio de la inmunidad. John
ya no pudo negarlo por más tiempo.
Cairncross fue interrogado en París
y delató a su vez a muchos colaboradores y agentes relacionados directa o
indirectamente con el quinteto: algunos fueron cesados en sus cargos, otros
apartados de sus funciones y muchos siguieron como si nada, al no haber
suficientes pruebas para probar sus actividades delictivas.
Pacto de
silencio
Su nombre, el del misterioso “Quinto hombre”, quedó
escondido en un cajón cerrado con llave, gracias al pacto de silencio que
acordó, como Blunt, con el MI5. Era el año 1964 cuando
decidió quedarse a vivir el resto de sus días en París, olvidando para
siempre su pasado y sin que nadie pudiera recordárselo.
En 1979,
la Primera Ministra Margaret Thatcher comparecía como tantas otras veces
en el Parlamento. La “Dama de hierro” se pasó por el arco del
triunfo el pacto acordado 15 años antes y desveló los dos nombres que faltaban
por conocer de los traidores de Cambridge: Blunt y Cairncross.
John
se quedó perplejo. Su vida no cambió en París, donde se había casado con
una mujer mucho más joven que él, pero ahora sus amigos y conocidos ingleses y
franceses sabían que había traicionado a su país para servir a Rusia.
Eso sí, a diferencia de sus amigos de la red, él sí había luchado por unos
ideales proletarios que había mamado desde la cuna.
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