jueves, 5 de diciembre de 2013

Kim Philby, el mejor agente doble de la historia (Espionaje inglés 1)

¿Cómo saber si un agente secreto propio que se reúne con un espía soviético pretende sacarle información o entregársela? ¿Es posible engañar a numerosos interrogadores duchos en su trabajo, cuando el agente investigado por traición es capaz de separar en su cerebro su vida normal de la que realiza al servicio de una potencia enemiga? ¿Es factible que ni tu propia familia sepa que eres un traidor durante 30 años?

Estos son sólo algunos de los interrogantes que el siglo pasado se plantearon en Inglaterra destacados dirigentes del MI5 –el servicio secreto interior- y del MI6 –el servicio secreto exterior, conocido inicialmente como SIS-.

Un grupo de jóvenes estudiantes que habían cursado estudios en la elitista universidad de Cambridge volvieron locos al contraespionaje inglés, que nunca pensó que sus enemigos comunistas de la Unión Soviética fueran capaces de penetrar en la clase alta inglesa para captar a unos jóvenes con una prometedora carrera. Al menos cinco de ellos fueron descubiertos, aunque algunos otros permanecieron en el anonimato a cambio de su confesión y otros no llegaron jamás a ser descubiertos.

Harold Adrian Rusell Philby –Kim Philby- fue sin duda el mejor de ellos. Nacido en 1911 en La India, tenía un padre influyente que vivía en aquel país que le abrió las puertas de la élite inglesa. Cuando siguiendo la costumbre familiar ingreso en Cambridge, no tardó en abrazar la ideología comunista junto a sus más íntimos amigos. Mientras estudiaba militó en el partido, pero sagazmente recomendado por su controlador soviético, abandonó cualquier idea progresista para abrazar públicamente el fascismo. Paradoja extraña que al ser llevada de una forma discreta fue aceptada por su entorno sin demasiados miramientos. 


Recomendado al duque de Alba


De hecho, al abrigo de esas falsas simpatías, consiguió que su padre le recomendara ante el embajador español en Inglaterra, entonces el duque de Alba, para conseguir una carta de recomendación que le permitió cubrir para el Times la Guerra Civil española. Nadie se enteró durante los años que duró la contienda, que ese apuesto, tartamudo y bohemio inglés pasaba información a los rusos, que le habían encargado, entre otras misiones, el asesinato del general Franco, misión que pudo realizar, pero sólo si era a consta de su vida, algo que no se llevaba en aquella época.

Herido en la batalla del Ebro por una bomba de origen ruso lanzada por los republicanos, fue condecorado por el propio Franco, que posteriormente le concedió una entrevista, de tanto éxito que la reprodujo el diario ABC.

Tímido, prudente y suspicaz, acabada la guerra estuvo una temporada en Francia, también como periodista, para recalar definitivamente en Londres, donde consiguió con la ayuda de sus amigos de Cambridge, también captados por el espionaje ruso, que entrara en el SIS, precisamente en la división de la península Ibérica.

Tanto había disimulado sus convicciones políticas comunistas, que los altos mandos del espionaje inglés decidieron nombrarle tras la Segunda Guerra Mundial jefe de la división contra los rusos, que él mismo levantó. Esta etapa se movió entre éxitos que le facilitaron los propios rusos para apoyar su cobertura y fracasos inherentes a una misión tan complicada. Después fue enviado a Turquía para seguir espiando a los rusos, con cuyos agentes se reunía con el parapeto que suponía estar intentando captarles para la causa de occidente. 


Espiando a la CIA


A finales de los años 40, tuvo la suerte de ser destinados a Estados Unidos, donde trabajó en el corazón de la naciente CIA. En el mismo país acabaron destinados sus amigos y también topos de la URSS Donald Maclean y Guy Burgess, a los que alertó durante el escándalo de los espías atómicos para que huyeran a Moscú antes de que les detuvieran. Sabía lo que arriesgaba, pero tenía muy presente que si eran detenidos, en los interrogatorios saldría a relucir su nombre y podría acabar su carrera de agente doble en la cárcel.

Huidos sus colegas, los americanos quisieron interrogarle, pero el SIS creyó en su inocencia y se lo llevaron a Inglaterra. No obstante, sufrió tantos interrogatorios que cualquier otro habría soltado algún comentario imprudente que le habría implicado en el caso, pero Philby estaba muy seguro de sí mismo. Cada vez bebía más, pero eso en aquellos tiempos era algo bastante connatural a los espías y nadie lo interpretó como un signo de debilidad.

Incluso algunos tabloides se atrevieron a señalarle más tarde como “El tercer hombre”, pero uno de los ministros del gobierno le defendió públicamente diciendo que no había pruebas contra él.

Philby quedó marcado por aquel episodio, pero siguió colaborando con el SIS, aunque con un nivel de confianza menor. Muchos creían que era culpable, pero nadie había sido capaz de probarlo.

En los años 60 recuperó su antigua profesión de periodista y se fue a vivir a Beirut. Allí siguió aumentando su cantidad de ingesta de alcohol, lo cual parece ser que comenzó a afectarle. En 1963, un colega del servicio secreto fue a visitarle. Dos desertores soviéticos habían dejado en evidencia su doble juego y Kim confesó por primera vez, treinta años después de haber sido captado, que trabajaba para los rusos.

Lo lógico hubiera sido que le hubieran detenido en ese momento o que le hubieran sometido a una dura vigilancia, pero nada de eso ocurrió. Unos días después, cuando iba con su mujer a una fiesta ofrecida por un miembro de la embajada inglesa, puso un pretexto, se bajó del taxi y desapareció. Tardó meses en aparecer en Moscú, pero los espías ingleses no dudaron desde el primer momento de que se había fugado. 

Condecorado por Rusia, Inglaterra y España


Fue condecorado en Rusia con la Orden de la Bandera Roja, como lo había sido en Inglaterra con la Orden del Imperio Británico, a las que sumaba la española Orden del Mérito Militar con distintivo rojo.

Hasta que falleció en 1988, se había casado cuatro veces, dos de ellas con mujeres que en el momento de conocerle estaban casadas.

La constatación de su traición fue un duro golpe para Inglaterra, aunque habría sido todavía peor detenerle y que quedara en evidencia el pésimo control al que habían sometido a sus agentes. Porque Philby había ejercido de comunista en su juventud y nunca nadie lo tuvo en cuenta. Quizás porque nadie sospechó en su reclutamiento que un personaje de la élite inglesa pudiera ser un fervoroso comunista. Fue uno de los mejores agentes dobles de la historia, cuyo engaño hizo un daño terrible al servicio secreto inglés, del que tardaría años en recuperarse.

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